Rincón Literario

En este espacio se publican las
colaboraciones literarias recibidas
que tengan vinculación con
la música rioplatense...
Enviar los trabajos a:
tangueriaangelvillodo@gmail.com

Y llegó el día esperado...

Y llegó el día esperado
por Rosalía y por Juanjo,
de inaugurar y con todo
un espacio para el tango...

Fue en Concepción del Uruguay
mes de abril de dos mil diez
en un viernes a la noche
pa’  más datos, dieciséis...  

El lugar, la Confitería RIS
lugar de encuentro de todos
ahí quedó inaugurada
la Tanguería “Angel Villoldo”

El lugar estaba colmado
la velada… todo un éxito
la gente quería más
pero no lo permitió el tiempo.

Vimos a Juanjo y  Rosalía
cuidando cada detalle,
ellos querían estar con todos
para que nada les falte.

A pesar de lo tirano
que para estas cosas es el tiempo
igual pudimos disfrutar
de aquellos hermosos momentos.

Inició “El cacique Tanguero”
de la Costa del Uruguay
El cantor  Héctor Apeseche
que hizo las almas vibrar.

Después cantó Oscar “Cacho” Gauna
llegado desde Paraná
con su inconfundible  voz
y  su estilo  personal.

Después cantó Rosalía
“La Torda” entre los cantores
tangos con letras modernas
pero temas entradores.

Y después llegó el momento
de ver al tango hecho danza
bailado por los niños  Catalina BREDA
Dana VILLAVICENCIO y Lucas CASAS.

Acompañando a estos niños

y como cerrando el cuadro
bailó la pareja local
integrada por Carina y Pablo.

En el espacio a mayores
con pasión y sentimiento
lo hicieron nuestros amigos
de Paraná, Roxana y Alberto.

Vaya mención especial
a los músicos del evento
Sebastián Zasali, Román Ríos, Daniel Leoz,
Juanjo Minatel y Aldo Ballejos...
Muchos estuvieron presentes
en esta inauguración
hubo gente de Buenos Aires, Concordia,
Paraná y Federación.

Y ahí estuvieron presentes
sumándose a la partida
de Paraná la “Peña de los Doce”
y  “Peña Tanguera Puente Alsina”...

La cosa pasó tan rápido
que se nos esfumó el tiempo
pero igual pudimos disfrutar
del “Canto Bar”  unos momentos.

En esa rueda íntima, señores
nos deleitamos escuchando
a algunos “cantores tapados”
con pasión cantar “El Tango”

¡Bravo! Juanjo y Rosalía
¡Adelante y sin parar!
desde Paraná les enviamos
Nuestro apoyo incondicional.

ROBERTO LOPEZ

Paraná (ER)
Abril de 2010


Una noche de milonga

Con esto de la Gripe A vivimos de farra en farra.  Con el feriado súper largo del 9 de julio invité a la patrona a ir de milonga a La Costera, tradicional reducto tanguero del pueblo donde vivimos: Concepción del Uruguay…

Era una grata manera de reencontrarnos con toda esa gente gorda, pelada, sorda y canosa que alguna vez
hicieron roncha bailando el dos por cuatro. Porque ir de milonga hoy a La Costera es, casi, la Fiesta de la Nostalgia…

--Tenés que vestirte bien --me dijo "la torda"– no vayas hecho un linyera…
--No tengo la menor idea que ropa ponerme --respondí--

Y era verdad, porque lo que no me quedaba estrecho,
no me permitía abrochar los botones.

Lo que no me ajustaba las muñecas, me estrangulaba el cuello. Los
zapatos me comprimían los dedos y el verbo que conjugaba era "matambrear"; casi todo me matambreaba alguna parte del cuerpo. 

En fin. Fui hasta el placard y me puse una camisa bastante nuevita, pero sólo me
prendió un botón. El de más abajo, el que ponen al final, justo el que queda adentro del pantalón y nadie se entera si prendió o no. Entendí finalmente lo de "al santo botón". Para disimular me puse un buzo de lana, que de tan justo que me quedaba me marcaba hasta el ombligo con una perfección que ni labrado.

Seguí
traspirando y cinchando con unas botas que hacía años no usaba... 

Para taparme el monumento al ombligo,
me puse un saco de lana de aquellos que se tejían a mano.

El pantalón lo dejé para lo último porque sabía que sería el que demandaría el esfuerzo mayor. Subir, subió.


Pero los ganchitos que tenía que cerrar ni se conocieron. Usé el cinto. Le hice un agujero extra, bien en la puntita. Me puse una corbata para disimular que el botón de arriba no prendía y con los fangullos sin terminar de calzar salí del cuarto como pude y la vi… Ella estaba radiante...

Y mis botas dobladas en el tobillo, parecían indicar que estaba bailando un malambo, pero quietito. Casi no me
podía mover, caminar, ni respirar. Ni siquiera tenía fuerza para llorar.

Después probé una vez (una sola vez) si podía agacharme, e hice como que bailábamos para saber de
antemano si algo de aquello se rompería, se despegaría, se desarmaría o se descosería en algún momento. Al final quedamos bastante conformes, pero nuestro hijo cerró la puerta con llave y me prohibió salir a la calle así vestido.

¡Pero mi rebeldía efervescente y setentona no se rindió!  ¡Salté por la ventana y rejuvenecido salimos.

Para entrar a La Costera tuve que abrir las dos hojas de la blindex…


Y allí estaban todos y todas… Cachim... la Lorena con el novio-marido... Marcela, Jerónimo,
Rubén, María
Rosa, el gordo Sosa con Elsa, las gurisas de El Metejón… Esa noche cantaban la reina Rosalía Villoldo y el negro Apeseche, que a punto de cumplir los 80 sigue, desde hace 62 años, tratando de entonar sus tangos con pasión…

En fin... estaban casi todos. Los ausentes faltaron con aviso, por achaques y otras yerbas...

Nos sentamos alrededor de una mesa grande para compartir con viejos amigos... Y enseguida empezó la milonga…

--¿Quién es este ñato canoso que está sentado al lado mío? -le pregunté en voz baja a mi mujer.

--Es Miguel Ángel … fueron compañeros del secundario, ¿no te acordás?...
--¿Miguel Ángel?... Hace diez minutos que estoy conversando con él y no me daba  cuenta de dónde lo conocía. Está hecho pelota. No se mantiene un pibe como yo. Giré, le pasé el brazo por la espalda y tratando de disimular le dije:
--¡Miguelito viejo y peludo!... ¡Estás igualito!
--Y vos estás hecho bolsa -me dijo-, y empezó a toser de tal manera que la mujer, con pañuelito al cuello igual que la mía, se tuvo que parar para atenderlo.
--Levantá los brazos, viejo. Tomate una cucharada de jarabe, por favor, tenés que cuidarte.

De pronto sonaron los acordes de una milonga y salimos a gambetearla. Y así, entre danzas, descansos, vino y
ginebra, la conversación en la mesa se fue poniendo linda. Todas las frases comenzaban con: ¿Te acordás de...? ¿Vos estabas el día que...? El que no está bien es...  

¿Sabés quien tuvo otro nieto...? Las manos empezaban a hablar más que las bocas. Cuando alguien trataba de recordar quién fue que le chocó el auto al padre en el '70, aparecían los "¿eeeehhhh?", "¿Cómo era?..."   "La petisa"  "¿Cómo se llamaba la petisa?..."  Y las manos golpeaban el aire, la mesa o el hombro del otro: "la de pelo largo crespo que se hacía la toca y hacía el ocho como ninguna, ¿cómo era que se llamaba?"

--¿Y vos ya tenés nietos? - me pregunta Miguel.
--Si, seis –se apuró a responder mi mujer- y la última no se queda un minuto quieta.
--¿Una nieta?
--No una, seis llorones...
--¿Seis varones? ¡Mirá vos!
-- ¡¡SEIS NIEEEEETOOOOSS!
--¿Respetos? Que nombre raro. Disculpá que no te escucho bien. Están poniendo la música muy alta. A ese jovencito del acordeón deberían calmarlo un poco.
--Acá tengo una foto de los nietos -le dijo mi mujer.
--Ni te molestes, sin los lentes no veo un pomo.

La milonga estaba buena, el acordeón sonaba... la Villoldo y el Negro Apeseche animaban con sus voces y los
bailarines mostraban sus habilidades en medio de una pista colmada de parejas con los rostros apretados. 

Bailé sencillo nomás. Temía a los firuletes. ¡¡Si me muevo mucho se me descose todo!!  --pensé— de pronto
escucho al Arturo que me dice:
--Vení, vamos afuera, acompañame a fumar un pucho…
--Mi amor --dijo mi mujer cuando salía-- llevá el celular por las dudas y también este papel con la dirección anotadita.

Afuera aprovechamos para recordar a todas las minas que estaban buenas y nunca nos dieron pelota, a todos
los nabos a quien les quedamos debiendo una trompada y a todos los campeonatos de truco que nunca ganamos.

En la vereda de enfrente alcanzamos a ver que el Beto hablaba con una señora, le mostraba la cédula y le
preguntaba dónde quedaba La Costera, el salón donde estaba un rato antes divirtiéndose en una milonga…

Pasada medianoche llegó la emergencia, nos tomaron la presión a todos y un enfermero atendía sin costo a
los que se sofocaban. Y a los que queríamos seguir tomando cerveza nos iban dando pañales descartables.

¡Formidable invento esto de las milongas!  ¡¡Más que nada ahora, que estamos hechos unos potros!!.

Juanjo Minatel

Mención Especial Certamen Internacional de Cuentos Breves
Organizado por Asociación Argentina Tango al Mundo y Foro de la Memoria Pedro Joulie
Premio entregado en la Academia Nacional del Tango en noviembre de 2009


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